lunes, 25 de julio de 2011

Subjetividad de los afectos, emociones y sentimientos.


“Aquí y Ahora”

Chirinos, Eneida.

Subjetividad de los afectos, emociones y  sentimientos.
     Los sentimientos son procesos que le aportan a las experiencias de cada persona en particular, una manera única, individual y privada de ser vividas. En todo ser humano, los sucesos de la vida adquieren significado por su cualidad emocional, siendo el afecto el componente que matiza la interacción y la convivencia, de ahí pues, la resonancia emocional de las experiencias, en nuestras vidas.
     Por consiguiente, la emoción es considerada, un estado de ánimo caracterizado por una conmoción consecutiva de impresiones, ideas o recuerdos, la cual produce fenómenos viscerales que percibe el sujeto y con frecuencia se traduce en gestos, actitudes u otras formas de expresión, La emoción se diferencia del humor, ánimo o talante en atención a que es un estado emocional sostenido y dominante en el tiempo, y puede ser irritable, expansivo, depresivo y/o jubiloso, entre otras acepciones. De ahí pues que la emoción sea una tendencia persistente a percibir, interpretar y responder de manera selectiva a los estímulos. En este sentido Ryback (1998), Argumenta que los afectos son experiencias psicológicas complejas de los que participan tres componentes: En primer término un tono o matiz que le aporta una cualidad distintiva a la experiencia traduciendo el aspecto subjetivo del afecto, seguido de una idea o serie de ellas asociadas, que dan cuenta a la conciencia del tipo o calidad del afecto sentido, esta idea implica la “lectura” y reconocimiento que la persona hace de sus sentimientos y emociones, precisando el sentido, que el sujeto le da a sus afectos, depende en gran medida de la forma, cómo fueron codificados en su historia personal y familiar, y finalmente, la expresión en la que se deja evidencia de las manifestaciones corporales de las emociones. Casi todos los estados afectivos de una persona se exteriorizan como tensión o relajamiento de la musculatura, por la orientación de los ojos, la actividad del aparato vocal, y de las extremidades o miembros, ante todo de las manos.
     Los afectos acompañan, las experiencias vitales del sujeto, expresan la presencia emocional de los vínculos del pasado que se reactivan en el presente con sus concomitantes corporales. El lenguaje recoge el sentido concreto y metafórico de esta relación, cada uno de ellos influye en el estado emocional del otro, para bien o para mal; lo hacemos constantemente, “contagiándose” las emociones como si fueran una especie de virus social. Goleman (1998).
     Este intercambio emocional constituye una economía interpersonal invisible, parte de todas las interacciones humanas pero habitualmente es tan sutil que no se le percibe. Los estados de ánimo, se transmiten con facilidad, esto se debe a que pueden ser señales vitales para la supervivencia. La expresión de las emociones, indican en que concentrar la atención para actuar, que operan como advertencias, invitaciones y alarmas, entre otros, se trata pues de mensajes potentes, que transmiten información crucial sin poner necesariamente esos datos en palabras. Las emociones son un método de comunicación eficiente y efectivo. Tener claro esto permite explicar y eventualmente influir en situaciones de relaciones humanas, en el plano personal, familiar y social.
         Desde un punto de vista técnico, la motivación en el contexto de la inteligencia emocional significa, la capacidad para enviar energía en una dirección especifica con un propósito dado, para catalizar todo el sistema emocional y mantenerlo en funcionamiento. Existen cuatro fuentes principales de motivación: nosotros mismos (pensamiento positivo, visualización, y la respiración abdominal). Los amigos, la familia y colegas, Generalmente se tipifica como un mentor emocional (real o ficticio) y el propio entorno (aire, luz, sonido, y los objetos motivacionales).
     En la automotivación se entrecruzan también aspectos relacionados con la serenidad personal, lo que hace una persona sea más flexible y consciente que otra para gestionar oportunamente los reveses y convertirlos en plataformas de éxitos, no es un gen especial de flexibilidad, estabilidad emocional y psicológica si no la habilidad de procesar y usar productivamente la emoción engendrada por un revés. La secuencia de este proceso virtuoso responde a la siguiente cadencia: Sintonía de pensamientos e interpretaciones, con el uso de frases motivadoras y diálogos internos constructivos, sentido del humor, relajación, actividad física, uso de técnicas de resolución de problemas, apoyo en nuestro equipo de personas-soporte, así como también el establecimiento de nuevas metas.
     En el desarrollo de habilidades de comunicación efectiva, la comprensión y valoración de las emociones de los demás, nos ubica estratégicamente  en la gestión de la inteligencia emocional, pasando de intrapersonal a interpersonal. En este sentido primeramente se precisa, la autoapertura; entendida como la interpretación que se le atribuye a la percepción de la realidad, siendo sensibles a los sentimientos del otro y cuidando mucho el lenguaje corporal, seguidamente la asertividad, en los procesos de gestión de la inteligencia emocional, se le da una aceptación especial basada en la habilidad de mantener nuestros derechos, opiniones, creencias y deseos,  respetando al mismo tiempo las del otro, lo que  contrasta con la agresividad, que no las tiene en cuenta, o la pasividad   que ignora las propias.
     Y finalmente resulta indudable precisar, escuchar activamente, haciendo énfasis en desactivar nuestro filtro de recepción, sintetizar las declaraciones del otro, dar noticias en la que somos conscientes de los sentimientos del otro y usar apropiadamente las pistas no verbales que se nos dan, En este aspecto, Goleman (1998) destaca que “quienes no pueden o no saben escuchar dan la impresión de ser indiferentes o insensibles, lo cual a su vez, torna al otro menos comunicativo. Y escuchar es un arte” (p.178), Del mismo modo con respecto al criticismo, precisa que se debe ofrecer “criticas constructivas e identificar los puntos que el otro debe mejorar” (p.184), por lo tanto es propicio tratar y lograr en lo posible de convertirla, en un elemento reforzador de naturaleza productiva, preparando asertivamente el discurso, antes de la crítica  para el comportamiento constructivo,  a fin de analizar y valorar posteriormente lo positivo que pueda resultar.

Referencias Bibliográficas:
Ryback, D. (1998). E.Q. Trabaje con su inteligencia emocional. Los factores emocionales al servicio de la gestión empresarial. España: Ibérica Grafic. S.I.
Goleman, D.(1996). La Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.

Goleman, D.(1998). La Inteligencia emocional en la empresa. Barcelona: Kairós.
Chirinos Arcaya, Eneida C. Dirección electrónica. Jemyrsch@hot mail.com Licenciado en Educación Integral. Mención Ciencias Sociales. Universidad Nacional Abierta (1992). Licenciado en Educación Integral. Mención: Lengua. Universidad Nacional Abierta (1994). Magíster en Gerencia. Mención: Gestión Educativa. Universidad Bicentenaria de Aragua. (1999). Doctora en Ciencias de la Educación. Universidad Santa María (2005), Actualmente se desempeña como Docente de Aula en la Escuela Básica “Juan Guillermo Iribarren” del Municipio Araure en el Estado Portuguesa. Autora de publicaciones en la Revista CANDIDUS; y en las Columnas “Aquí y Ahora” y ¡Ponte las pilas! ¿Preguntas? ... y Respuestas en el Diario Ultima Hora.



Implicaciones sociales de la inteligencia emocional.


“Aquí y Ahora”

Chirinos, Eneida.


Implicaciones sociales de la inteligencia emocional.

     Las emociones, impregnan la vida personal y social de los seres humanos. Maturana, (1995), argumenta que biológicamente las emociones son disposiciones dinámicas que determinan o modifican los domino de las acciones de los seres vivos, son impulsos para actuar, tal como lo deduce de su propia etimología, la palabra emoción proviene del verbo latino movere que significa moverse y del prefijo “e” que se  refiere a seguir hacia, lo que sugiere que en toda emoción hay implícita una acción, una tendencia a actuar.
     En esta definición, es muy importante resaltar el hecho de que estas disposiciones corporales, tienen una apreciación en el ámbito de las acciones, es decir siempre impulsa a actuar de alguna manera, o por lo menos dar una respuesta corporal que determina la acción. Se puede evidenciar que cuando se asume, que no se expresa ningún comportamiento o conducta observable, resulta que no es así, la reacción emocional comienza desde las alteraciones orgánicas tales como: la sudoración, aceleramiento de las pulsaciones enrojecimiento de las mejillas, inquietud, deseos de abrazar, llorar, y reír, entre otras reacciones casi imperceptibles, pero manifiestas.
     Al respecto, Torrabadella (2001), establece que “las emociones, con su carácter intenso, breve y privado, son los elementos esenciales de nuestra afectividad.” (p.25). Entendiendo que la afectividad, conduce a la interacción, es vital, que se emulen éstas emociones, que resultan de esas interacciones, ocasionando, el contagio de las emociones, sin la manifestación expresa de ésta emoción inicial, solo se está en presencia de un encuentro y separaciones casuales.
     Las emociones y los estados de ánimo, se manifiestan en expresiones características que permiten “leer los sentimientos en las expresiones” Este sistema emocional de reacción instantánea, casi reflejo, que parece imponerse a la voluntad consciente, está bien guardado en las capas más profundas del cerebro. Su base de operaciones se encuentra sistema límbico, de acuerdo con MacLean (1990), este sistema tiene como función principal, controlar la vida emotiva, y está compuesto por los bulbos olfatorios, el tálamo (placer-dolor), la amígdala, que se podría definir como el asiento de toda pasión (nutrición, oralidad, protección, hostilidad), el hipocampo (memoria de largo plazo), el área septal (sexualidad) y la pituitaria (directora del sistema bioquímico del organismo). Allí surgen las emociones de placer, disgusto, ira, miedo, y se guardan los "recuerdos emocionales" asociados con ellos, en fin el cerebro afectivo, que energiza la conducta emocional.
     Este núcleo primitivo está rodeado por el neocórtex, el asiento del pensamiento, responsable del razonamiento, la reflexión, la capacidad de prever y de imaginar. Allí también se procesan las informaciones que llegan desde los órganos de los sentidos y se producen las percepciones conscientes. Normalmente el neocórtex puede prever las reacciones emocionales, elaborarlas, controlarlas y hasta reflexionar sobre ellas. Pero existen ciertos circuitos cerebrales que van directamente de los órganos de los sentidos a la amígdala, "punteando" la supervisión racional. Cuando estos recorridos neuronales se encienden, se produce un estallido emocional: en otras palabras, actuamos sin pensar. Otras veces las emociones perturban, sabotean el funcionamiento del neocórtex, impidiendo pensar correctamente. Por otra parte, éstos núcleos que en conjunto se los denomina sistema límbico, ocupan un lugar central y profundo en el cerebro e intervienen en el control de las emociones, la conducta y la voluntad. 
     Por tanto, los circuitos de inteligencia emocional,  mencionados anteriormente, son los que vienen a expresar el proceso de la experiencia a lo largo de la infancia. A las emociones les incumbe la racionalidad. En la interacción entre sentimiento y pensamiento, la facultad emocional guía las decisiones momentáneas, trabajando en colaboración con la mente racional, permitiendo o imposibilitando el pensamiento mismo, con verdaderas estrategias de inteligencia emocional  determinando, la capacidad potencial que dispone cada persona para adquirir ciertas habilidades prácticas denominadas competencias emocionales.
     En la situación ideal, claro esta, los dos sistemas de nuestro cerebro se complementan para hacer la vida más fácil, mejorar las relaciones con los demás y elegir las alternativas más apropiadas, ya sea siguiendo las corazonadas súbitas o los razonamientos más cuidadosos. La inteligencia emocional, entonces, es la capacidad de aprovechar las emociones de la mejor manera y combinarlas con el razonamiento para llegar a buen entendimiento en la esfera social.
     Para complementar; Torrabadella (2001), afirma que “la inteligencia de nuestras emociones, como la inteligencia de cualquier otra cosa, puede desarrollarse; de hecho como en otras ramas del saber humano, se vuelve más interesante, cuanto más sabes” (p.48). Esta premisa permite propiciar el conocimiento emocional, como elemento para potenciar y fortalecer  las relaciones interpersonales.


Referencias Bibliográficas:

Torrabadella, P (2001). Cómo desarrollar la inteligencia emocional. Test y ejercicios prácticos para aumentar la autoestima y actuar de manera positiva. Barcelona. España: Océano Grupo Editorial S.A.
Maturana, H. (1995). Emociones y lenguaje en educación y política. Santiago de Chile: Dolmen Ediciones S.A.
MacLean, P. (1990). The triune brain evolution. New York. Plenun Press.


Chirinos Arcaya, Eneida C. Dirección electrónica. Jemyrsch@hot mail.com Licenciado en Educación Integral. Mención Ciencias Sociales. Universidad Nacional Abierta (1992). Licenciado en Educación Integral. Mención: Lengua. Universidad Nacional Abierta (1994). Magíster en Gerencia. Mención: Gestión Educativa. Universidad Bicentenaria de Aragua. (1999). Doctora en Ciencias de la Educación. Universidad Santa María (2005), Actualmente se desempeña como Docente de Aula en la Escuela Básica “Juan Guillermo Iribarren” del Municipio Araure en el Estado Portuguesa. Autora de publicaciones en la Revista CANDIDUS; y en las Columnas “Aquí y Ahora” y ¡Ponte las pilas! ¿Preguntas? ... y Respuestas en el Diario Ultima Hora.





Inteligencia y gestión emocional en el aula.

“Aquí y Ahora”

Chirinos, Eneida.


Inteligencia y gestión emocional en el aula.

Al abordar la concepción de la inteligencia emocional, es indudable destacar la notable contribución de Daniel, Goleman (1996); determinando los elementos claves que la constituyen, entre los que están la confianza,  curiosidad, autocontrol, autoestima, la capacidad de comunicación y la habilidad para  cooperar. Así mismo, explica que el proceso de “alfabetización emocional” para adquirir estas habilidades emotivas comienza desde muy temprana edad, y permite establecer que los niños pueden desarrollar, una amplia gama de habilidades sociales y emocionales cuando reciben suficiente aprobación y estímulo, de los padres y docentes, reafirmando sus propias  destrezas, animados a asumir pequeños desafíos y a ver la vida con optimismo.
Este planteamiento induce, la posibilidad de gestionar la inteligencia emocional, en el ámbito educativo, estableciendo que el “aprender” no debe circunscribirse a las habilidades lógico matemáticas y lingüísticas, sino a otras habilidades que promuevan la interacción social consensuada y armónica, esta premisa presupone que el aprendizaje de las emociones, es una actividad en la que se comparten los roles, entre el que enseña, lo que enseña y evidentemente con quien lo aprende, teniendo como referente que se aspira lograr un objetivo o una meta.
En este sentido, en la cotidianidad del trabajo en el aula, los docentes enfrentan situaciones que requieren competencias de orden gerencial relacionadas con planificación, liderazgo, organización, control, evaluación, motivación, y coordinación entre otras, estas actividades lo ubican estratégicamente en la dimensión de gestionar el conocimiento, centrado en las habilidades verbales, lógico matemáticas, y las  emociones con la inteligencia emocional.
La tarea de educar, es concebida por Maturana  y Nizis. (1997) como la formación de los seres humanos para el presente, para cualquier presente,  en los que cualquier ser humano,  pueda confiar y respetar, seres capaces de pensarlo todo y hacer de él lo que se requiera, como un acto responsable desde su conciencia social. Plantea además que, una emoción, es un modo de vivir, una clase de conducta relacionada entre seres vivos, la emoción como aspecto de la realización del convivir como fenómeno biológico, no es un sentimiento, no es una virtud, ni una recomendación para vivir mejor. Por lo que el amor como expresión de la emoción constituye, y fortalece la convivencia.
Es necesario señalar que, las interacciones, que promueven el fortalecimiento de las relaciones interpersonales en el contexto escolar, se suscitan en su mayoría en el aula, y es que ésta constituye en sí misma una organización social, afirmación sustentada por Rodríguez, (1996) como “ una unidad organizacional micro del sistema educativo, y es allí donde se gesta el más significativo acto de desarrollo personal y social de nuestro gentilicio: el acto educativo” (p.140).
Por lo tanto, las aulas de clase, al ser consideradas como organizaciones, son susceptibles de ser administradas, gestionadas y/o gerenciadas, porque precisamente, es en éste espacio vital donde las emociones impregnan las relaciones interpersonales, entre los docentes y los alumnos en dos dimensiones alumno-alumno y docente-alumno, en un continuo infinito que devienen en la consolidación de los progresos académicos, personales, sociales, morales y éticos que no deben considerarse como una casualidad, sino que éstas se establecen de acuerdo con los rasgos que caracterizan el perfil de los alumnos egresados del nivel de educación básica.
De la argumentación anterior, se sustenta que la ausencia de los indicadores de la inteligencia emocional, se debe a que en las aulas no se están propiciando actividades conducentes al conocimiento y manejo de las emociones, los docentes se han centrado en la dimensión cuantitativa de los contenidos conceptuales y procedimentales, descuidando los actitudinales, que son los que permiten evidenciar el componente afectivo y conductual de la interrelación armónica en el ámbito escolar, por lo tanto, cuando la relación interpersonal no se da en términos de afectividad, ocasiona consecuencias serias.
Por su parte, la perturbación emocional constante puede crear carencias en las capacidades intelectuales de los niños, deteriorando su posibilidad de aprender. En el contexto escolar, no es difícil identificar a  alumnos con estos problemas, por lo general, éstos niños presentan las siguientes características: son agitados, impulsivos, ansiosos, a menudo alborotadores y conflictivos tienden a evitar el contacto con otros, en el  aula o recesos, se relacionan solo con otros niños abandonados, descuidados y desinteresados, que tampoco tienen muchos compañeros, les cuesta establecer conversaciones o trato con los que comparten diariamente, generalmente son los menos populares, pesimistas y conflictivos, ven el fracaso y el rechazo como un defecto personal.
De lo expuesto anteriormente, se deriva la reflexión, acerca de la enseñanza en el nivel de escuela básica y el valor de la inteligencia emocional. A riesgo de generalizar, tan concentrados están los docentes, en el desarrollo de las habilidades lingüístico-matemáticas, que olvidan o desfavorecen la inteligencia emocional como parte de currículo básico nacional. Esta situación puede ser una de las que conlleva a ocasionar comportamientos agresivos entre los alumnos, es fácil “desconectarse” de la enseñanza de la inteligencia emocional, que es abstracta e imposible medir con literales.
En este sentido, Morles, (1995). Argumenta que un “sistema educativo no debe basarse exclusivamente en el suministro de información, por más común en los sistemas tradicionales” (p. 110). Esto permite inferir que  hasta ahora la educación debería tener la misión trascendental e ineludible de encauzar sus esfuerzos y acciones hacia el desarrollo de habilidades emocionalmente significativas como la empatía, sensibilidad social, seguridad y confianza en sí mismo, que le permitan a los alumnos interrelacionarse armónica y efectivamente en el ámbito natural y social.
En síntesis, se trata de diferenciar estas habilidades, y complementarlas con el desarrollo integral del alumno, en este sentido reconocer, la racionalidad intelectual en la inteligencia académica centrada en el conocimiento, en las destrezas y habilidades para el desempeño de una determinada actividad, en conjunta relación con la inteligencia emocional, a fin de proporcionar habilidades socio afectivas cimentadas en el conocimiento de si mismo, la autoestima y empatía para enfrentar la vida con sus fracasos, oportunidades, éxitos y debilidades.

Referencias Bibliográficas:

Maturana y Nizis. (1997). Formación humana y capacitación. Santiago de Chile:  UNICEF. Dolmen Ediciones S.A.
Morles, A (1995). La Educación ante las demandas de la sociedad del futuro. Investigación y Postgrado, 10 (1), 101-143.
Rodríguez, Jesús. (1996). Gerencia de aula. Una alternativa vital para la educación en tiempos de crisis. Paradigma, Volúmenes XIV al XVII, 135-166.
Goleman, D.(1996). La Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.





Chirinos Arcaya, Eneida C. Dirección electrónica. Jemyrsch@hot mail.com Licenciado en Educación Integral. Mención Ciencias Sociales. Universidad Nacional Abierta (1992). Licenciado en Educación Integral. Mención: Lengua. Universidad Nacional Abierta (1994). Magíster en Gerencia. Mención: Gestión Educativa. Universidad Bicentenaria de Aragua. (1999). Doctora en Ciencias de la Educación. Universidad Santa María (2005), Actualmente se desempeña como Docente de Aula en la Escuela Básica “Juan Guillermo Iribarren” del Municipio Araure en el Estado Portuguesa. Autora de publicaciones en la Revista CANDIDUS; y en las Columnas “Aquí y Ahora” y ¡Ponte las pilas! ¿Preguntas? ... y Respuestas en el Diario Ultima Hora.



Dimensión emocional y transversalidad, en el contexto de educación básica.


 “Aquí y Ahora”

Chirinos, Eneida.


Dimensión emocional y transversalidad, en el contexto de educación básica.

     El carácter dinámico y cambiante inherente de las sociedades, esta relacionado en proporción directa con el análisis, reflexión y praxis educativa sobre la concepción del hombre y su cotidianidad, como dimensiones significativas para la interpretación y comprensión del proceso de socialización, en el que la educación básica, se convierte en el pilar fundamental, por considerarse la esencia de la formación general mínima que requiere todo ciudadano para satisfacer, sus necesidades de aprendizaje académico, emocional y social a fin de prepararse para la vida útil y productiva, es de carácter obligatorio y se inicia a los seis años de edad en tres etapas, en cada una de las cuales el alumno recibe una educación integral y global apta  para el desarrollo de la convivencia armónica, con valores éticos   y morales acordes  con la contextualidad social y Cultural en la que esta inmerso.
     Al respecto, Márquez (2001), sostiene que los impactos de las transformaciones socioculturales de la postmodernidad, sugieren situaciones novedosas e impredecibles a los sistemas educativos. Son notorios en diferentes espacios los cuestionamientos en cuanto a que no se incorpora el conocimiento cotidiano en la labor educativa, las críticas a los docentes por su desgano manifiesto a la actuación profesional, el poco vinculo de la escuela con la comunidad, la pérdida del liderazgo docente, el debilitamiento de las escuelas como institución socializadora, entre otros, reflejando la incertidumbre que depara la época actual, la cual exigen respuestas apoyadas en reflexiones innovadoras que profundicen en la naturaleza del período histórico que vivimos. (p. 69)
     Por consiguiente, frente a las debilidades de la educación básica, que se ha impartido en el país y tomando como directriz la descentralización y la globalización, el sistema educativo, ha iniciado una serie de transformaciones curriculares desde finales de la década de los noventa en el marco de la transversalidad, fortaleciendo la convivencia social y la dignificación del ser humano, con esta reforma curricular instaurada, se pretende promover cambios significativos en la formación de un ciudadano, consciente de los valores éticos, culturales e históricos como razón esencial del ser humano, proyectando la visión humanizada del hombre en el que las emociones y las interacciones sociales, fortalezcan el desarrollo de habilidades emocionales, minimizando los conflictos y vislumbrando el éxito de las metas propuestas.
    En este sentido, la  sociedad tiene que ser más transigente y la escuela tiene que educar en la tolerancia y la pluralidad de culturas, en la adquisición de herramientas cognitivas y emocionales capaces de producir mayor autoestima y empatía. En esta concepción la educación representa un sistema orgánico que promueve la formación del hombre con la finalidad de analizar, comprender y transformar el entorno que lo rodea, asumiendo la misión de formar ciudadanos creativos y participativos, conscientes de los procesos de transformación cultural, social y tecnológica del contexto, en una perspectiva holística con la intención de encauzar  acciones que propendan a lograr, una efectiva interacciones, y adaptabilidad social. Al respecto Cárdenas, (1995) argumenta “la educación es una experiencia de vida y es también el primer trabajo que deben desarrollar las nuevas generaciones, el trabajo del cultivo propio, de la propia capacitación realizada en un ambiente social”. (p.19).  
     De ahí que, la condición humana permite que los impulsos, las emociones, y la afectividad impregnen profundamente la actividad individual y colectiva. La adhesión a unos principios, la tendencia a actuar en un sentido concreto, la aproximación inicial y la relación entre las personas, o la identificación con colectivos determinados y las decisiones importantes de la vida, contienen siempre, un componente emocional que matiza los comportamientos racionales, privilegiando el conocimiento de la relación y dependencia recíproca entre las dimensiones racional y emocional en la vida de la persona, la cual tiene una importancia capital para la educación y formación de los niños, niñas, y adolescentes. Habitualmente la sociedad adquiere conciencia de la relación entre la razón y las emociones a causa de conflictos, de comportamientos desordenados, de transgresión de una determinada racionalidad establecida.
El ser humano contemporáneo sufre de un pavoroso empobrecimiento histórico, que nos tiene sumidos en un nivel absoluto de analfabetismo emocional, estamos al tanto de los índices, de las fluctuaciones, de los bits y de lo que sucede al otro lado del mundo, pero nada sabemos de la vida afectiva y emocional, por lo que continuamos exhibiendo gran torpeza en nuestras relaciones personales. En fin aprender, de nuestras emociones será, sin duda alguna, la segunda revolución del saber básico. La primera fue cuando las personas eran analfabetas racionales, que no sabían leer y escribir, ahora sucederá lo mismo con quienes olviden las emociones y las pasiones.
De esta manera, la escuela y el entorno familiar, se convierten en los pilares fundamentales de mayor relevancia en el desarrollo emocional del alumno, ambos escenarios incluyentes entre sí, constituyen los ambientes culturalmente organizados, en donde se dan interacciones constantes, esta premisa le concede al docente perfilar un rol protagónico, pues le corresponde propiciar un ambiente socioeducativo para establecer “fructíferas interacciones comunicativas- constructivas,  donde él forma parte del grupo, o de los alumnos entre sí”. El acento de estas interacciones comunicativas-constructivas va recaer en las relaciones interpersonales y su comunicación. (p.53). Currículo Básico Nacional, (1998).
Así tenemos que, en la fundamentación psicológica de la reforma curricular del nivel de educación básica, se contemplan las características de los procesos de desarrollo y de aprendizaje, destacando como principio unificador del constructivismo, que: “el ser humano puede ser visto como ser único e irrepetible que construye su propio conocimiento, no copiándolo del exterior sino tomando de él los elementos que su estructura cognoscitiva pueda asimilar, para ir conformándose como ser autónomo, intelectual y moral” (p.52).
     De esta manera, el paradigma constructivista, en el mundo de la enseñanza puede representar una oportunidad inmejorable para abrir definitivamente la concepción de la educación a las emociones, en fin salir del callejón sin salida de la instrucción y entrar en el universo de la formación integral, ya que los contenidos solo se pueden transferir si son significativos, y en el que los recuerdos, los deseos y las emociones juegan un importante papel. Esta teoría plantea una oportunidad única para generalizar la enseñanza de las emociones y abrirla a la experiencia de los alumnos, de sus sentimientos, de sus motivaciones, de sus diversas maneras de comprender el mundo.
      Para responder adecuadamente a este desafío, los docentes de educación básica deben desarrollar nuevos  valores como: flexibilidad, curiosidad intelectual, y tenacidad,  en síntesis: ser pasionales y  emprendedores. “De esta manera, los estados afectivos adquieren una importancia extraordinaria, ya que pueden inhibir, distorsionar, excitar o regular los procesos cognoscitivos, conclusión esta que debe cambiar muchas prácticas antieducativas, que no propician la creación del clima o atmósfera afectivos necesarios para facilitar los procesos de aprendizaje, el fomento y el desarrollo de la creatividad” (Martínez, citado en Rivas, 1995) (p.34).
Las afirmaciones anteriores permiten reconocer, que la inteligencia emocional es una destreza que permite conocer y manejar nuestros propios sentimientos, interpretar y enfrentar los sentimientos de los demás, sentirnos satisfechos y ser eficientes en la vida. Además, nos acerca a la convicción de fomentar e instaurar hábitos que favorezcan la competitividad y productividad.  En definitiva, la inteligencia emocional es clave para evitar la depresión y la violencia y aprender con significatividad.

Referencias Bibliográficas.

Márquez, E. (2001) (2001). Los valores de la investigación cualitativa como aportes de la investigación educativa. Ponencia presentada en el Congreso Internacional de Pedagogía Alternativa, UPEL-Barquisimeto, del 08 al 10 de Noviembre de 2000.
Cárdenas, L. (1995). La Educación que necesitamos. Investigación y Postgrado, 10 (1), 13-50.
Goleman, D.(1996). La Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.
Ministerio de Educación. (1998). Currículo Básico Nacional. Programa de Estudio de Educación Básica. Caracas: Autor.
Rivas, Celso. (1995). Nuevo Paradigma para la Teoría y Praxis Educacional. Investigación y Postgrado, 10 (1), 199-262.

Chirinos Arcaya, Eneida C. Dirección electrónica. Jemyrsch@hot mail.com Licenciado en Educación Integral. Mención Ciencias Sociales. Universidad Nacional Abierta (1992). Licenciado en Educación Integral. Mención: Lengua. Universidad Nacional Abierta (1994). Magíster en Gerencia. Mención: Gestión Educativa. Universidad Bicentenaria de Aragua. (1999). Doctora en Ciencias de la Educación. Universidad Santa María (2005), Actualmente se desempeña como Docente de Aula en la Escuela Básica “Miguel Otero Silva” y la Escuela Básica “Juan Guillermo Iribarren” de los Municipios Páez y Araure respectivamente en el Estado Portuguesa. Autora de publicaciones en la Revista CANDIDUS; y en las Columnas “Aquí y Ahora” y ¡Ponte las pilas! ¿Preguntas? ... y Respuestas en el Diario Ultima Hora.