lunes, 25 de julio de 2011

Dimensión emocional y transversalidad, en el contexto de educación básica.


 “Aquí y Ahora”

Chirinos, Eneida.


Dimensión emocional y transversalidad, en el contexto de educación básica.

     El carácter dinámico y cambiante inherente de las sociedades, esta relacionado en proporción directa con el análisis, reflexión y praxis educativa sobre la concepción del hombre y su cotidianidad, como dimensiones significativas para la interpretación y comprensión del proceso de socialización, en el que la educación básica, se convierte en el pilar fundamental, por considerarse la esencia de la formación general mínima que requiere todo ciudadano para satisfacer, sus necesidades de aprendizaje académico, emocional y social a fin de prepararse para la vida útil y productiva, es de carácter obligatorio y se inicia a los seis años de edad en tres etapas, en cada una de las cuales el alumno recibe una educación integral y global apta  para el desarrollo de la convivencia armónica, con valores éticos   y morales acordes  con la contextualidad social y Cultural en la que esta inmerso.
     Al respecto, Márquez (2001), sostiene que los impactos de las transformaciones socioculturales de la postmodernidad, sugieren situaciones novedosas e impredecibles a los sistemas educativos. Son notorios en diferentes espacios los cuestionamientos en cuanto a que no se incorpora el conocimiento cotidiano en la labor educativa, las críticas a los docentes por su desgano manifiesto a la actuación profesional, el poco vinculo de la escuela con la comunidad, la pérdida del liderazgo docente, el debilitamiento de las escuelas como institución socializadora, entre otros, reflejando la incertidumbre que depara la época actual, la cual exigen respuestas apoyadas en reflexiones innovadoras que profundicen en la naturaleza del período histórico que vivimos. (p. 69)
     Por consiguiente, frente a las debilidades de la educación básica, que se ha impartido en el país y tomando como directriz la descentralización y la globalización, el sistema educativo, ha iniciado una serie de transformaciones curriculares desde finales de la década de los noventa en el marco de la transversalidad, fortaleciendo la convivencia social y la dignificación del ser humano, con esta reforma curricular instaurada, se pretende promover cambios significativos en la formación de un ciudadano, consciente de los valores éticos, culturales e históricos como razón esencial del ser humano, proyectando la visión humanizada del hombre en el que las emociones y las interacciones sociales, fortalezcan el desarrollo de habilidades emocionales, minimizando los conflictos y vislumbrando el éxito de las metas propuestas.
    En este sentido, la  sociedad tiene que ser más transigente y la escuela tiene que educar en la tolerancia y la pluralidad de culturas, en la adquisición de herramientas cognitivas y emocionales capaces de producir mayor autoestima y empatía. En esta concepción la educación representa un sistema orgánico que promueve la formación del hombre con la finalidad de analizar, comprender y transformar el entorno que lo rodea, asumiendo la misión de formar ciudadanos creativos y participativos, conscientes de los procesos de transformación cultural, social y tecnológica del contexto, en una perspectiva holística con la intención de encauzar  acciones que propendan a lograr, una efectiva interacciones, y adaptabilidad social. Al respecto Cárdenas, (1995) argumenta “la educación es una experiencia de vida y es también el primer trabajo que deben desarrollar las nuevas generaciones, el trabajo del cultivo propio, de la propia capacitación realizada en un ambiente social”. (p.19).  
     De ahí que, la condición humana permite que los impulsos, las emociones, y la afectividad impregnen profundamente la actividad individual y colectiva. La adhesión a unos principios, la tendencia a actuar en un sentido concreto, la aproximación inicial y la relación entre las personas, o la identificación con colectivos determinados y las decisiones importantes de la vida, contienen siempre, un componente emocional que matiza los comportamientos racionales, privilegiando el conocimiento de la relación y dependencia recíproca entre las dimensiones racional y emocional en la vida de la persona, la cual tiene una importancia capital para la educación y formación de los niños, niñas, y adolescentes. Habitualmente la sociedad adquiere conciencia de la relación entre la razón y las emociones a causa de conflictos, de comportamientos desordenados, de transgresión de una determinada racionalidad establecida.
El ser humano contemporáneo sufre de un pavoroso empobrecimiento histórico, que nos tiene sumidos en un nivel absoluto de analfabetismo emocional, estamos al tanto de los índices, de las fluctuaciones, de los bits y de lo que sucede al otro lado del mundo, pero nada sabemos de la vida afectiva y emocional, por lo que continuamos exhibiendo gran torpeza en nuestras relaciones personales. En fin aprender, de nuestras emociones será, sin duda alguna, la segunda revolución del saber básico. La primera fue cuando las personas eran analfabetas racionales, que no sabían leer y escribir, ahora sucederá lo mismo con quienes olviden las emociones y las pasiones.
De esta manera, la escuela y el entorno familiar, se convierten en los pilares fundamentales de mayor relevancia en el desarrollo emocional del alumno, ambos escenarios incluyentes entre sí, constituyen los ambientes culturalmente organizados, en donde se dan interacciones constantes, esta premisa le concede al docente perfilar un rol protagónico, pues le corresponde propiciar un ambiente socioeducativo para establecer “fructíferas interacciones comunicativas- constructivas,  donde él forma parte del grupo, o de los alumnos entre sí”. El acento de estas interacciones comunicativas-constructivas va recaer en las relaciones interpersonales y su comunicación. (p.53). Currículo Básico Nacional, (1998).
Así tenemos que, en la fundamentación psicológica de la reforma curricular del nivel de educación básica, se contemplan las características de los procesos de desarrollo y de aprendizaje, destacando como principio unificador del constructivismo, que: “el ser humano puede ser visto como ser único e irrepetible que construye su propio conocimiento, no copiándolo del exterior sino tomando de él los elementos que su estructura cognoscitiva pueda asimilar, para ir conformándose como ser autónomo, intelectual y moral” (p.52).
     De esta manera, el paradigma constructivista, en el mundo de la enseñanza puede representar una oportunidad inmejorable para abrir definitivamente la concepción de la educación a las emociones, en fin salir del callejón sin salida de la instrucción y entrar en el universo de la formación integral, ya que los contenidos solo se pueden transferir si son significativos, y en el que los recuerdos, los deseos y las emociones juegan un importante papel. Esta teoría plantea una oportunidad única para generalizar la enseñanza de las emociones y abrirla a la experiencia de los alumnos, de sus sentimientos, de sus motivaciones, de sus diversas maneras de comprender el mundo.
      Para responder adecuadamente a este desafío, los docentes de educación básica deben desarrollar nuevos  valores como: flexibilidad, curiosidad intelectual, y tenacidad,  en síntesis: ser pasionales y  emprendedores. “De esta manera, los estados afectivos adquieren una importancia extraordinaria, ya que pueden inhibir, distorsionar, excitar o regular los procesos cognoscitivos, conclusión esta que debe cambiar muchas prácticas antieducativas, que no propician la creación del clima o atmósfera afectivos necesarios para facilitar los procesos de aprendizaje, el fomento y el desarrollo de la creatividad” (Martínez, citado en Rivas, 1995) (p.34).
Las afirmaciones anteriores permiten reconocer, que la inteligencia emocional es una destreza que permite conocer y manejar nuestros propios sentimientos, interpretar y enfrentar los sentimientos de los demás, sentirnos satisfechos y ser eficientes en la vida. Además, nos acerca a la convicción de fomentar e instaurar hábitos que favorezcan la competitividad y productividad.  En definitiva, la inteligencia emocional es clave para evitar la depresión y la violencia y aprender con significatividad.

Referencias Bibliográficas.

Márquez, E. (2001) (2001). Los valores de la investigación cualitativa como aportes de la investigación educativa. Ponencia presentada en el Congreso Internacional de Pedagogía Alternativa, UPEL-Barquisimeto, del 08 al 10 de Noviembre de 2000.
Cárdenas, L. (1995). La Educación que necesitamos. Investigación y Postgrado, 10 (1), 13-50.
Goleman, D.(1996). La Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.
Ministerio de Educación. (1998). Currículo Básico Nacional. Programa de Estudio de Educación Básica. Caracas: Autor.
Rivas, Celso. (1995). Nuevo Paradigma para la Teoría y Praxis Educacional. Investigación y Postgrado, 10 (1), 199-262.

Chirinos Arcaya, Eneida C. Dirección electrónica. Jemyrsch@hot mail.com Licenciado en Educación Integral. Mención Ciencias Sociales. Universidad Nacional Abierta (1992). Licenciado en Educación Integral. Mención: Lengua. Universidad Nacional Abierta (1994). Magíster en Gerencia. Mención: Gestión Educativa. Universidad Bicentenaria de Aragua. (1999). Doctora en Ciencias de la Educación. Universidad Santa María (2005), Actualmente se desempeña como Docente de Aula en la Escuela Básica “Miguel Otero Silva” y la Escuela Básica “Juan Guillermo Iribarren” de los Municipios Páez y Araure respectivamente en el Estado Portuguesa. Autora de publicaciones en la Revista CANDIDUS; y en las Columnas “Aquí y Ahora” y ¡Ponte las pilas! ¿Preguntas? ... y Respuestas en el Diario Ultima Hora.





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